En el año 1789, un grupo de ilicitanos se reunió en el paraje del Molí Nou para celebrar un evento histórico: la llegada de agua dulce mediante una nueva conducción desde la mina de Barrenas en Aspe hasta Elche. Esta obra de ingeniería, promovida por el obispo José Tormo y otras autoridades locales, marcó un hito al proporcionar un suministro constante y gratuito de agua a la población de Elche. Sin embargo, más de dos siglos después, esta infraestructura languidece en el olvido, convertida en una ruina de 16 kilómetros que necesita urgentemente ser preservada.
La canalización de aguas dulces del obispo Tormo es una obra maestra de la ingeniería hidráulica del siglo XVIII, cuyo objetivo era resolver el secular problema de suministro de agua potable en Elche. La construcción de esta canalización, que se extendió desde 1785 hasta 1789, involucró a cientos de operarios de Aspe y Elche y representó una inversión significativa en términos de dinero y esfuerzo.
El proyecto no solo fue una solución técnica, sino también un símbolo de la colaboración y el compromiso comunitario. La euforia de los ilicitanos al ver el primer flujo de agua dulce en el Molí Nou es testimonio de la importancia de esta obra para la ciudad. Sin embargo, a pesar de su relevancia histórica, la canalización ha sido víctima del abandono y la desidia, y hoy en día se encuentra en un estado lamentable.
A lo largo de los años, la producción historiográfica sobre esta infraestructura ha sido escasa, reflejando una falta de interés institucional en su conservación. La obra de Pedro Ibarra «Aguas dulces de Elche» (1926) es una de las pocas referencias tempranas que documentan los detalles de su construcción y evolución. No fue hasta la década de 1990 cuando se comenzaron a realizar estudios más detallados sobre esta canalización, destacando el trabajo del profesor Gaspar Jaén i Urban y las investigaciones de otros historiadores y profesionales del patrimonio cultural.
En el presente, el estudio de la canalización se ha profundizado gracias a exhaustivas investigaciones documentales y análisis de campo. Estos estudios han permitido una mejor comprensión de los aspectos históricos y constructivos de la obra, así como de las patologías que afectan su estructura. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para garantizar su conservación y puesta en valor.
Es crucial que tanto las instituciones como la ciudadanía se comprometan en la preservación de este patrimonio. La canalización de aguas dulces del obispo Tormo no solo es un testimonio de la ingeniosidad y esfuerzo de generaciones pasadas, sino también un bien cultural que merece ser rescatado del olvido. Iniciativas como la creación de inventarios detallados de las estructuras, la restauración de los tramos dañados y la promoción de su valor histórico y cultural son pasos necesarios para su salvaguarda.
Esperamos que este llamado a la acción inspire a las autoridades y a la comunidad a trabajar juntos para preservar esta emblemática obra de ingeniería hidráulica, asegurando que continúe siendo un símbolo de la historia y el patrimonio de Elche y Aspe para las futuras generaciones.
Raúl Velarde